Sin ningún género de dudas, Telmo Zarra es aún hoy el mayor goleador español de todos los tiempos, y por supuesto uno de los grandes de la historia de San Mamés en términos absolutos. Ahora que se derriba el viejo campo, las leyendas vuelven a aflorar, sale toda la mística de las historias de un estadio ya irrepetible, de diseño vanguardista a primeros del siglo XX, de ecos sin igual provenientes de las tribunas. Zarra fue una larga década referente de todos, cuando más se necesitaba al héroe. Mucho más, desde luego,que el récord de los 38 goles que muchos creyeron pulverizado cuando Cristiano Ronaldo y Messi. Es cierto: los 50 goles del argentino en la campaña 2011/2012 suponen una media por partido de 1,315 tantos, por los 1,26 de Zarra. Correcto. Pero existe una diferencia capital: los viajes de la España de los 50 y la ausencia de presión mediática, a modo de las liebres del atletismo, que señale el ritmo a seguir. Veamos pues cómo hizo y distribuyó Zarra sus 38 goles en aquella histórica campaña 1950/51.
Transcribo textualmente desde mi archivo:
«Los 38 goles del hijo del jefe de la estación de Asúa (Erandio), igualados casi 40 años después por otro depredador del área como Hugo Sánchez, merecen echar la vista atrás y recordar aquella temporada, a la que se llegó con el pálpito, todavía reciente, del Mundial de Brasil. Cuatro jugadores del Athletic estuvieron presentes en aquel campeonato que terminó con el histórico Maracanazo: Zarra, Gainza, Panizo y Nando. Para el goleador del Athletic, el Mundial supuso su consagración absoluta. Su gol de la victoria ante Inglaterra le acabó de convertir en la gran figura del fútbol español, en todo un icono. Telmo vivía su plenitud como futbolista. Tenía 29 años y estaba en la cima. En la campaña anterior, de hecho, ya había dejado unos registros espectaculares: 23 goles en 26 partidos de Liga y 13 en 7 de Copa. Un dato: 4 de esos 13 los marcó en la final ante el Valladolid.
El primer partido de aquella campaña 1950-51 enfrentó en San Mamés a los campeones de Liga y Copa, Atlético y Athletic. Los bilbaínos ganaron con una facilidad insospechada (4-0) y, curiosamente, Zarra no marcó ningún gol. Tampoco los necesitó el equipo porque los ‘colchoneros’ tuvieron un día negro y se marcaron dos goles en propia puerta. El partido se recordó durante años por una lamentable acción del centrocampista madrileño Juncosa, que cuando se disponía a sacar un córner escuchó alguna inconveniencia y decidió chutar contra el público, lo que le valió la expulsión y una bronca soberana.
La racha goleadora del ‘9’ rojiblanco comenzó a la semana siguiente, en Murcia, donde logró un ‘hat trick’ en la sorprendente goleada (3-6) al equipo pimentonero. Y decimos sorprendente porque aquel Athletic no era precisamente un dechado de virtudes fuera de casa. Más bien al contrario. A domicilio, no se esmeraba demasiado. Aquella temporada, de hecho, perdió 11 partidos lejos de San Mamés. En Bilbao se discutía mucho sobre esa doble personalidad del Athletic, imparable en su estadio y casi una perita en dulce como visitante. Ocurría que el grupo de Josetxo Iraragorri no era lo que se dice un ejemplo de equilibrio. La calidad del quinteto delantero estaba a años luz de la del bloque defensivo, como lo demuestra el hecho de que fueran el equipo más goleador (88 a favor) y uno de los más goleados (56 en contra). Pero el gran problema estaba en la mentalidad. Fuera, lejos de las miradas de su hinchada -sólo algunos aficionados escuchaban los partidos por la radio-, en campos generalmente secos y a menudo tras viajes interminables, las estrellas rojiblancas no terminaban de dar el callo.
Se podría decir que se reservaban para ‘La Catedral’, escenario aquel año de algunas goleadas históricas, un 9-4 al Celta, un 10-0 al Lérida, un 7-1 a la Real… No hace falta decir que Telmo Zarra contribuyó mucho a ellas. Ante el Celta ‘sólo’ marcó dos goles, pero ante el Lérida, un modesto que, junto al Alcoyano, se había aprovechado ese año de la ampliación de la Liga a 16 equipos para ascender, se salió haciendo media docena, de todas las posturas y colores. Y eso que aquel día no tuvo en la banda izquierda a su mejor asistente, ‘Piru’ Gainza, sino al joven José Mari Lasquivar. El vistazo a las crónicas del partido no puede ser más revelador del nivel de exigencia que existía entonces en el Athletic, al fin y al cabo el primer equipo de España por palmarés en aquella época. La prodigiosa exhibición de Zarra, por ejemplo, no mereció ningún titular, apenas un adjetivo -«codicioso»-, aplicado a un jugador que había hecho del gol una rutina. Y eso que la implantación de la ‘WM’ hacía cada vez más difícil el juego de los delanteros. Por otro lado, a la tremenda goleada no le faltó una pequeña reconvención en el subtítulo que acompañaba a la crónica de este periódico: «La calidad del juego no estuvo a la altura del tanteador».
El gran salto hacia el récord de 38 goles lo dio el Pichichi rojiblanco ante la Real Sociedad en San Mamés marcando cinco a Ignacio Eizaguirre, que no dudó en calificar como «esas fieras» a Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. El derbi no tuvo color. La estrategia defensiva de Benito Díaz saltó pronto por los aires y la lesión de Ontoria permitió que el Athletic arrasara. Al técnico donostiarra la goleada le provocó un mosqueo que derivó en un ataque de laconismo perogrullesco.
– «¿Demasiados goles?», le preguntó un periodista.
– «Demasiados en contra, demasiados pocos a favor», contestó con sequedad.
Era la jornada 23 y Zarra sumaba ya 30 goles. En los siete últimos partidos haría el resto y sin ninguna presión. Zarra nunca pensó en el récord. En el 8-1 que el Athletic hizo al Alcoyano, por ejemplo, sólo marcó un tanto. No hubo, en fin, ninguna conjura para que el caballero del gol pusiera el récord lo más alto posible. Todo se hizo con naturalidad; la que tenía haciendo goles Telmo Zarraonandia Montoya».
JAIME FRESNO vs. «100 años de Athletic». Año 2011