U2, la magia del Joshua Tree, melodías para las entrañas (XIV)

Nuestro Joshua Tree, en casa desde 1987

 

La bolsa de Madrid Rock cayó al suelo y mi hermano desenfundó rápido aquel disco negro. Será uno más, pensé. «Acaba de salir, ya lo tengo. Escucha esto», me parece que dijo, dedicando toda la atención a colocar la aguja del Technics. Y sonó. Primavera de 1987, ya os dije que ése es el año. Irrepetible en lo musical. Aquella melodía era distinta a todo. Una base rítmica grave e ‘in crescendo’, todavía instrumental, como anunciando algo. Entraba rápido, pero no por ser el estribillo del verano, sino por todo lo contrario: por pura calidad. Leo que la intro de aquella maravilla, «Where the Streets Have No Name», pista 1, cara 1 del Joshua Tree, el misterioso disco negro bandeado por la foto de cuatro tipos, es un arpegio de guitarra (Arpegio, «una manera de ejecutar los tonos de un acorde: en vez de tocarlos de forma simultánea, se hacen oír en sucesión rápida, generalmente del más grave al más agudo», dice la sabia). Y entonces, al cabo de un minuto o así, interviene Paul Hewson, Bono, apodo tomado del nombre de una tienda de audífonos de Dublín. Canta hasta llegar al súmum: «(…) Where the streets have no name, Where the streets have no name, We’re still building, Then burning down love, burning down love, And when I go there. I go there with you…It’s all I can do (…)».

La certeza de estar ante algo genial es inmediata. Mato las ganas de llevar atrás la aguja y volver a escuchar, y a ello ayuda que está mi hermano. Mejor no incordiar. Estoy haciendo algo que no recuerdo, pero el oído ya está secuestrado por la música. Entonces se suceden: «I Still haven’t found what i’m looking for», «With or without you»…; y luego  «Bullet the blue Sky», «Running to stand still»…

 

Supongo que a muchos de vosotros, tanto si sois megafans como seguidores al uso, os pasaría algo similar cuando por vez primera la vida os situó ante el Joshua Tree. Os recomiendo hacer memoria y contarlo. También, reforzar el experimento descubriendo cosas sobre la marcha. Por ejemplo, la foto del álbum: Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen de perfil, con el Parque Nacional de los Árboles de Josué de fondo, la zona desértica de California que da título al disco. O descubrir la leyenda que decía que nunca actuaban en directo en domingo, algo que era eso, una leyenda; o por qué caían en contradicciones como negarse a suspender actuaciones en Estados Unidos como medida de presión para que fuese declarado festivo el aniversario de Martin Luther King, tras dedicar a éste varios temas (José Luis F. Abel, «Historia del Rock», de El País, artículo «El Cántico Espiritual» 1988).

Hay varias de ésas. Yo tengo otra personal que en cierta ocasión conté en otra entrada, y que tiene que ver con aquel concierto del Bernabéu en julio de 1987 en el que los U2 eran cabeza de un cartel donde también figuraban The Pretenders y UB40, todos ellos en el momento álgido de su trayectoria. Fue la noche en la que, al acostarme y percibir el sonido de Hora 25 desde la habitación de mis padres, escuché maravillosos fragmentos del que, dicen, fue el mayor concierto de la historia pop-rock en suelo español. U2 también fueron esos pocos segundos para mí.

Existe, pese a todos estos gratos recuerdos del disco mágico, lo que para mí es una evidencia, a la vista de los 25 años posteriores de la banda irlandesa, y también de los 11 anteriores: que los U2 son mucho más que el Joshua Tree. Y eso son palabras mayores cuando hablamos de unas ventas, a fecha de hoy, de 28 millones de copias sobre un total que supera los 150 en los doce discos de estudio. Mucho más porque lo verdaderamente sorprendente es la espléndida reinvención de 1991, cuando editan el Achtung Baby, el álbum de «One», y hacen el Zoo TV Tour: la evolución apunta al pop, entra la electrónica, incluso el dance y los guiños al rock alternativo. Abren una época de exploración y éxito renovado que convierte cada anuncio de nuevo lanzamiento en un acción de impacto mundial: Zooropa (1993); Pop (1997); All that you can’t leave behind (2000). Son los años en que la voz de Bono alcanza tal nivel y es tan reconocida, que los experimentos llegan al punto de firmar un dueto inolvidable con Frank Sinatra para cantar mi favorita: » I’ve got you under my skin». ¡Cuántas noches la habré utilizado para cerrar!

Cuando Topete abre en 1993, sobre estas fechas de junio, U2 entra por inercia. Sus discos parecen venidos por defecto con el garito, cual Windows con el PC; también sus canciones, incrustadas en los grandes recopilatorios de la época, como el primero de la saga Millenium. Allí es donde acabo de atrapar la deliciosa «Pride (In the name of love)», toda vez que ese disco, The Unforgettable Fire (1984), se nos había escapado y aún hoy desconozco las razones. Sí tenemos en estantería el War (1983), contenedor de «Sunday bloody sunday», y todo lo que va de 1987 en adelante. Hay días que deseo la entrada al local de varios adeptos de los localizados para marcar monográficos. Y cuando no, sé que me lo pedirán o que su música vendrá muy bien para hacer las transiciones del rock más duro a la sesión más comercial -a ello ayudan también de forma importante Héroes de Silencio-

Creo que tuvimos la suerte de iniciar la aventura de Topete en plena explosión de U2, y eso significa que tomamos muchas copas con una de las mejores voces y una de las mejores guitarras de la historia del rock en su justo punto de cocción. Lo digo con orgullo, pues en nuestras manos teníamos un disco mágico y los modestos altavoces sacaban al aire melodías que se colaban en las entrañas.

Y allí andan, siempre a mano, y con nosotros para siempre.

 

 

JAIME FRESNO  Junio de 2013

3 comentarios

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  1. Aquellos fueron años maravillosos musicalmente hablando. Y en nuestro pueblo sin duda fue la edad de oro.

    1. Jaime Fresno Ballesteros

      1987 es para mí irrepetible. Sólo basta ver la lista de los álbumes editados. Otra cosa es el movimiento de garitos aquí, que yo creo que tuvo su momento álgido del 90 al 98 ó 99..

  2. Hola Jaime,
    Excelente artículo.
    Déjame que como apasionado de U2 te haga dos correcciones menores: eso de que U2 no actuaba en Domingo no es verdad. Han actuado en Domingo desde su formación. Invento total del artículo de El País que citas, imagino.
    Y el nombre de Bono no viene de una marca de audífonos, sino del nombre de una tienda de audífonos de Dublín (Bonavox)
    Nada más!
    David

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