“No necesito tenerte cerca cuando vomito…Me da igual, me voy a poner ‘deltoya’ sin parar (…) …y a firmar en todas las paredes con mi piel, me da igual, ‘deltoya”.
ROBERTO INIESTA ———–’Deltoya’ 1992 (DRO)
Es muy probable que por aquí alguien pueda desmentirme, pero yo siempre sitúo el inicio espiritual de Topete en Madrid -no me refiero a la idea de arrancar ni a asuntos logísticos-. Fue una noche que bajamos los amigos a dar una vuelta por el barrio de Bilbao, a echar un piscolabis en Cardenal, ese magnífico reducto de música española actual que se ponía hasta arriba y al que no mucho antes me había llevado una chica equis (por anónima, no por ser actriz porno). No recuerdo exactamente quiénes estábamos, pero seguro que uno de ellos era Ismael, porque ya se comentó la posibilidad de trasladar a Villalba un formato de bar similar: comprar la música española reciente, calentita, y hacer sonar los singles como si de la misma radio se tratara. Yo ya ponía música en Radio Villalba, en el programa ‘Producto Nacional’, y recuerdo que la cuestión flotó durante gran parte de la velada.
No es mi intención ahora, en esta primera entrada, desgranar aquellos inicios, entre otras cosas porque habrá mucho que se me escape, y sí explicaros que aquella sesión sentó las bases de lo que debería ser el futuro bar: pop español, de antes y de ahora, copas baratas, y a tirar millas. Cuando arrancó la cosa, en junio de 1993, así fue, pero con un añadido que, con el paso del tiempo, se reveló como un enorme acierto: aprovechar la vasta cultura musical de toda la pandilla.
Ismael Merino, socio creador de Topete con su primo José Manuel, era un especialista en grupos como Madness, The Cure, Depeche, The Specials, Siniestro, Os Resentidos, Def con Dos; de un sinfín de bandas de rap y de power rock, ska, rock radical vasco tipo La Polla Récords y Kortatu; pero también del lado perro de la música de autor, tipo La Mandrágora. Él y su primo Chus, el pequeño de aquella pandilla, con sólo 15 años entonces, gustaba mucho de experimentar. Y lo hicieron de forma decisiva.
Miguel Sevillano, Enrique Ruiz, los hermanos San Juan, más alguno más que pueda ahora dejarme, eran, y son, expertos en todas las vertientes rock, de lo más blando hasta el trash metal: Metallica, Nirvana, Pearl Jam, The Ramones, The Cult, ZZ Top, Led Zepelin, AC/DC, Motorhead, Sociedad Alcóholica, Ratos de Porao… Puedo dejarme fácilmente unas 120 bandas más, pero permitidme no documentar ahora eso. Su verdadera importancia radicó en lo que habían empezado a escuchar ya desde el Instituto: por ejemplo, Los Suaves, Rosendo, Leño, Platero y Tú, Barón Rojo, Extremoduro… Entonces, año 93, esas bandas, ahora míticas, estaban relegadas a circuitos de corte heavy específicos, no llegaban al gran público. Para hablar más claro: las niñas de entonces, o bien no tenían idea de su existencia, o bien las relacionaban con cosas chungas. Mejor lo nuevo, mejor Alejandro Sanz y a correr.
El caso es que ellos, primeros y fieles clientes, empezaron a acomodar la discografía al gusto en Topete, sin darse cuenta, creo, de que estaban cambiando para muchos años el modelo musical imperante en la ciudad. Fueron absolutamente decisivos y aseverar esto es fruto del análisis, no de conocer a los protagonistas.
Como pinchadiscos, puedo dar fe de que cada noche debía dar muchas explicaciones a la gente sobre lo que sonaba, qué disco era, quiénes, dónde encontrarlo, si en Madrid Rock o en tiendas especializadas…Entre tanto, Topete nacía lleno, agotando la cámara de los tercios en cero coma, cambiando el barril de cerveza cada dos por tres, dispensando whisky DYC casi por tubería conectada con Palazuelos de Eresma. La locura.
Esa primera etapa, la más multitudinaria, pues fueron unos tres años con llenos de jueves a sábado y semillenos el resto de días de la semana -abría de lunes a domingo desde las 19:00 horas-, tiene muchas canciones representativas. Pero creo que no está demás empezar con Extremoduro, por lo que representó después, por la rebeldía de sus letras, y porque Plasencia me encanta.
‘Deltoya’ fue el tercer disco de la banda del Robe Iniesta, primero con el sello independiente DRO, creado en los 80 por miembros del grupo Aviador Dro, y después absorbido por Warner Music. Era el sello de los grandes grupos españoles de todos los palos. Cabía esto, y cabían Los Secretos…
Extremoduro debutó con este doble en 1992, para muchos el mejor de su carrera. Presa de la heroína, Iniesta compuso canciones desgarradoras, con una capacidad poética fuera de lo común. Jamás alcanzaría tal nivel después, al menos para mí. Y mirad que llevamos al garito todos sus discos, en vinilo y después en CD. De este doble eran pinchables no menos de diez canciones, pero una resultaba especialmente impactante y, a la vez, arrolladora: «Deltoya»
JAIME FRESNO. Enero de 2013
Si si,canciones y música épica que muchas veces sólo sonaba si la rubia o la morena de turno sobornaba al pincha con sus encantos , mientras los peludos y los de las patillas a nchas nos mamabamos agusto esperando el turno de nuestro tema prometido j jajajajajajajajajajaja…….que tiempos más buenos y no porque fuéramos jóvenes.
Esa era la táctica, por supuesto…
Jaime a ver cuando la segunda parte jaja