El pitillo de Doctrinos, el tapeo del Centro, una chica por los Irlandeses, el follón de Juan de Austria, las campanas de la Magistral, andar la Calle Mayor y la Plaza de las Descalzas con alguien que bese en clave aconyugal…; la perspectiva de un atardecer en Colegios al asomar por el Callejón de Santa María, las putas camino de Madrid, la multinacionalidad de sus gentes, el peso de la Historia, las naves industriales que forjaron una nueva ciudad… Y el nacimiento de genios. Es la Alcalá que acogerá a Dylan, la ciudad que un día se reinventó sobre las cenizas de su decadencia. Como creyó a bien hacer Robert Allen Zimmerman, al adoptar el apellido del poeta galés Dylan Thomas, aunque nunca lo reconociera. O cuando dio un giro a su carrera con ‘Another Side of Bob Dylan’, la revolución introspectiva del hombre que puso letra al rock and roll y el blues; del genio que denunció la segregación racial, que congenió y discutió con Joan Baez y enseñó a todos el matrimonio de lo reivindicativo con el arte. Esa simbiosis que encaja con las cualidades utilizadas por Azaña y Cervantes para dar clases magistrales en lo suyo».
Trayendo a Dylan, la Fundación Colegio del Rey ha acertado en el fondo y en la forma, algo que sólo ocurre cuando se trabaja mucho y con cabeza, el ‘modus operandi’ que marca distancias entre los aficionados y los profesionales de la cosa. Posiblemente Dylan les suene a chino a los jóvenes, sin saber que muchas de las cosas que escuchan son meras hojas, ni siquiera ramas, del árbol que es el de Minnesota en el bosque de la música.
Ahora que el tren para de enfilar el Este, en el día en que la última estación aún no ha expedido el billete de vuelta para el concierto del 14 de julio, esperaré a la noche para escuchar ‘Hurricane’. Y cuando Dylan cante a pie de Palacio, sabré que el responsable será capaz de traer la final de la Chmpions al Val.
JAIME FRESNO
Puntilla ‘Ferrocarril al Este’, sección de Opinión del Diario de Alcalá. Verano de 2004