Jesé frente a la vieja leyenda del Castilla

Jesé Rodríguez, la incipiente promesa gran canaria del Madrid igualó ayer, domingo 5 de mayo de 2013, los 21 goles anotados por Emilio Butragueño en el brillante Castilla de la temporada 1983/1984, récord histórico del filial en Segunda División. Sucedió ante el Real Murcia, tras una jugada de Cherysev por la banda zocata acabada en centro al área, donde Morata trató de jugar de espuela con Borja García y la pifia dejó el remate franco a Jesé, frío y certero para resolver con remate cruzado al palo largo. El Di Stéfano, y no el Bernabéu, estalló de júbilo con el gol número 21 de su fetiche canterano. He ahí una diferencia: el escenario.

Cuando Butragueño marcó su gol 21 lo hizo como abanderado de un Castilla difícil de igualar, con más fútbol y menos físico, al frente de la que sería la columna vertebral del Madrid multicampeón de la segunda mitad de los 80. Lo hizo mucho antes del mes de mayo, pues el 5 de febrero de 1984 debutó revolucionando el fútbol nacional en el Ramón de Carranza. 2-0 caía el Madrid de entonces ante el Cádiz, y dos goles y una asistencia aportó el Buitre en aquella remontada. La explosión cerró su cuenta con el Castilla, estancada ya en 21 goles, y abrió otra nueva con el primer equipo: cuatro goles más y un huracán de aire fresco para un Madrid marginal, a rebufo de Real Sociedad y Athletic de Bilbao. Ese otoño, Butragueño subió al Olimpo del madridismo con tres goles en la remontada al Anderlecht, 6-1 al entonces considerado como mejor equipo de Europa. El resto es historia conocida.

Pero, ¿qué significaron aquellos 21 goles de Butragueño?. En primer lugar, la clave de bóveda numérica de la leyenda de aquel Castilla, hasta la fecha el único equipo filial campeón de liga en Segunda División, en cuyo palmarés figura además una final de Copa y una participación en la extinta Recopa de Europa. Es sabido que aquellos éxitos canteranos son atribuibles a la eclosión de la mejor hornada de jugadores de la casa alumbrada por el Madrid, al menos en los últimos 40 años, pero no se recuerda tanto, o menos de lo que se debería, que ese magnífico equipo que dirigía Amancio Amaro disparó a tal extremo la ilusión del madridismo que el Bernabéu llegó a registrar mejores entradas para ver al Castilla en determinados partidos que para seguir al Madrid entrenado por Di Stéfano.

Butragueño, el yerno perfecto, el chico educado, el estudiante de Empresariales, más Pardeza, Míchel, Martín Vázquez y Sanchís, obraron el milagro: más de 60.000 personas vieron en el Bernabéu el miniderbi ante el Atlético Madrileño de Joaquín Peiró, medio aforo vio al Deportivo de la Coruña, y ¡más de 80.000! al Bilbao Athletic. Ese día las entradas iban de 500 a 800 pesetas para el público y los socios pagaron 400 en Preferencia. La recaudación rozó los 5 millones.

Máxima expectación para ver el mítico partido ante los cachorros de José Ángel Iríbar, que se produjo con los dos filiales empatados en el liderato a 18 puntos. Curiosamente, ese fin de semana Real Madrid y Athletic compartían también el primer puesto de la Primera División, aunque los de Clemente tenían un partido pendiente con el Cádiz. Butragueño anotó el único tanto de un encuentro cuyo escenario atenazó a ambos equipos. El 1-0 terminaría desequilibrando el golaverage particular que decidió el título blanco, pues Castilla y Bilbao Athletic acabaron la Liga empatados a todo: 50 puntos y un +22 en el golaverage general.

El Castilla afrontó ese partido sin Sanchís y Martín Vázquez, convocados con el primer equipo, y el repleto Bernabéu, con tres cuartos largos, vio esta alineación: Ochotorena; Juanito, Francis, José Manuel, Martín; Sánchez Candil, De las Heras, Blanco Vila, Míchel; Pardeza y Butragueño.

Butragueño quedó ese año segundo en el pichichi tras los 24 tantos de Julio Salinas y pese a no jugar el ultimo tercio de campeonato. Más atrás quedaron Gabriel González , el internacional paraguayo del Atlético Madrileño, con 15 goles, y un tal Rubén Cano, que apuraba su carrera en el Tenerife, con 14.

21 goles hizo el Buitre, 21 ahora Jesé, siempre con la referencia del mito. Ayer, al ver cómo embocaba el canario, me acordé de aquel Bernabéu casi lleno al ver los 3.200 del Di Stéfano; y recordé aquel saltito chocando las manos a modo de leve aplauso de Butragueño en las celebraciones. Nada que ver con el presente, donde se señala a la moza de la grada y uno se atusa el pelo con gesto desafiante, secuestrado por la foto que alimenta un negocio reñido para siempre con la leyenda. Aquel Castilla lo fue.

 

JAIME FRESNO

6 de mayo de 2013

 

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