Aprovecho un revisionado de ‘La Lista de Schindler’ para dejaros ante la maravillosa historia, quizá menos conocida que la del industrial de Svitavy, de Gino Bartali. En la biografía del campeón italiano -2 Tours de Francia y 3 Giros de Italia antes y después de la Segunda Guerra Mundial-, confluyen todos los elementos de una novela de las buenas, por supuesto, material de mucho peso para una película equivalente a la de esta noche. Viene al caso porque si Schindler salvó a 1.200 judíos, a Bartali se le calculan 800.
800 judíos perseguidos por el regimen de Mussolini, librados por la bicicleta y las piernas del campeón de Florencia. Os cuento:
El otro día, planteando el debate de las rivalidades históricas, encontré colgado en la red un artículo muy ilustrativo sobre la figura de Bartali, gran rival contemporáneo de Fausto Coppi, el ciclista que vive en el Olimpo de las dos ruedas junto a Eddy Merckx. Apodado, ‘El Monje’, Bartali propició con Coppi la que quizá sea la rivalidad deportiva más memorable y novelesca de todos los tiempos, junto a la mantenida por Gary Kasparov y Anatoli Karpov en el ajedrez. Una rivalidad que, de no mediar el segundo conflicto mundial, que obligó a suspender el Tour de 1940 a 1947, hoy daría dos palmarés deportivos prácticamente inalcanzables. Pero Bartali y Coppi fueron mucho más que eso. Ambos dividieron a la Italia de posguerra también por razones políticas y sociales: mientras Coppi era mujeriego, agnóstico declarado, de izquierdas, a Bartali se le identificaba con ideales fascistas, era católico y mucho más introvertido que ‘Il Campioníssimo’. Aún así eran amigos.
Bartali lloró en el multitudinario entierro de Coppi, muerto a los 41 años en el Alto Volta (hoy Burkina Faso), oficialmente víctima de la malaria -no hace mucho se dio rienda suelta a la teoría del asesinato, que otro dia si eso os cuento-. Tal era su amistad, envuelta en una sana rivalidad, que los dos protagonizaron una foto para la historia del ciclismo, cuando Coppi alargó su brazo para ofrecerle el bidón de agua a Bartali en plena ascensión al Aubisque. Sólo fue un ejemplo, porque ante la gran cantidad de averías mecánicas de la época, los dos se esperaban. Respeto mutuo. Compañerismo. Educación. Caballerosidad.
Bartali, tachado de fascista, vivió toda su vida estigmatizado por la etiqueta. No trató de defenderse ni de contradecir a quienes le criticaban, hasta su muerte, acaecida en 2000 a los 85 años de edad. Poco después de esa fecha, alguien buscó en los archivos de un judío llamado Nissim y descubrió lo increíble, lo que sólo los monjes de los conventos pertenecientes a una red clandestina de fabricación de pasaportes y salvoconductos falsos sabían: que salvó 800 vidas.
¿Cómo? Pues fundamentalmente utilizando los entrenamientos para trasladar material para la falsificación: fotografías y papeles para fabricar documentos de identidad falsos. ¿Dónde lo llevaba para no ser detectado por la guardia fascista? Por lo general, camuflado en los tubos de su bicicleta. Cuando en 2005, cinco años después de su muerte, se descubrió todo en los papeles de Nissim, se comprobó que Bartali llevaba ese material a los conventos y allí los monjes completaban el trabajo. Una vez realizado, el campeón italiano recogía la documentación, lo volvía a esconder en los tubos y ejecutaba la operación de vuelta: su entrega a los judíos en peligro de exterminio. La labor del ‘fascista’ Bartali iba incluso más allá, pues en ocasiones utilizaba su amplio conocimiento de las rutas secundarias de la región de la Toscana para señalar vías de escape seguras a los fugitivos.
La historia del Schindler italiano es sin duda una de las más apasionantes que existen con un campeón del deporte en el centro de la escena. Bartali fue muy grande; casi tanto como lo fue Coppi, más joven y quizá con el ‘instinto asesino’, esencial en la alta competición, más acentuado. Por desgracia, la Segunda Guerra Mundial quitó un lustro de éxitos a esta rivalidad, sana y ejemplar. Personalmente, sin el conflicto mediante, creo que el palmarés de ambos podría haber igualado o incluso superado al de Eddy Merckx. No obstante, considero que esta historia vale por los seis Giros y otros tantos Tours que muy probablemente se hubiesen repartido
JAIME FRESNO. Previo al Giro de Italia. Mayo de 2012
pero cómo los salvó?
Tienes toda la razón: al transplantar el texto del word al blog, me he comido un párrafo. Muchas gracias!!!